Es inevitable pensar en el susurro nocturno que embellece tu aroma. Ya en tiempos atrás te vi desde lo alto, tratando de encontrarme abajo, acunada en tus fríos brazos de tierra mojada, tierra virgen conquistada, pero virgen ante los ojos de quienes no se atreven a ver aquella cuasiforme cara con dos ojos llenos de agua, tal vez por las lágrimas derramadas por la muerte de los antiguos que jamás te llegarán a olvidar.
Tantas son las noches que he dedicado a cada trazo que te compone como mía, hecha para mi y mi historia. Hace cuánto que te convertiste en testigo de mis ojos puestos en ti, donde comenzamos a mirarnos y no dejamos de hacerlo descubriéndonos una dentro de otra, como un espejismo soñado en algún cuento que no conocemos, un desdoblamiento apasiguante del que no saldré nunca más.
Por las noches tu voz me busca incansablemente, retumba en tus cuatro puntos corriendo de oriente a poniente, norte y sur, zigzageando en espiral hasta llegar al centro donde me encuentro yo. Es verdad que todos te escuchan, tu voz como un eco sordo que se alarga como un suspiro, tristemente sólo yo te entiendo, tal vez sea que es a mí a quien llamas; Toluca de corazón bufante.
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